lunes, 28 de marzo de 2011


Bebí tanto aquella noche y las siguientes, que por mucho que intento recordar como salí de Padmavyuha, me doy cuenta de que hay grandes lagunas en mi historia.

Lo que ha cambiado no es esta flamante nueva sala de estar llena de luz, lo que ha cambiado es mucho más intangible que eso, es la espiral, la energía concéntrica girando de nuevo…

Entrar en el laberinto ha resultado muy cansado, como viajar en una niebla que te envuelve y asfixia lentamente, de una forma casi dulce. Salir ha sido dejarse arrastrar.

Ahora mirar por este ventanal es algo nuevo, toda mi vida inventando historias tras los edificios y para mi esta escena aun es virgen, y sin embargo la inquietud, la inquietud del equilibrio, la inquietud de las hormigas corriéndome por la espalda, llegando ya casi a mi cuello, impidiéndome recordar como logré encontrar la salida…

Recuerdo el mar de amapolas y aquel olor pegajoso y embriagador, y me recuerdo girando a los pies del oráculo de agua, la sensación de  no poder llenar los pulmones.



[...]
 
 


jueves, 11 de diciembre de 2008

Terminé mi copa en dos largos buches...

... mientras lo observaba avanzar hacia los bancos que rodeaban las mesas y sintiendo el tan conocido vértigo del alcohol en la boca del estómago levanté mi brazo en un gesto al camarero.
_Tengo otro secreto para ti, si es que las copas aun tienen ese precio, claro._ le dije mientras se acercaba desde el otro lado de la barra.
_Claro, un trago, un secreto_ dijo con voz serena mientras agarraba un vaso y lo secaba con un paño blanco. _¿Seguirás bebiendo lo mismo?_
_Si, por favor._

Y soltando el vaso sobre la barra se giró a por la botella de la que ya me había servido anteriormente. El vidrio era verde y sus manos se veían distorsionadas a través del cristal, no tanto por sus imperfecciones como por la luz amarillenta que se proyectaba desde el botellero de la parte alta de las paredes. Terminó de servirme el trago e hice ademán de coger el vaso. Con un brusco movimiento de su brazo me lo impidió.
_Espero mi secreto_ Me dijo mirando mis ojos.
Esta vez no me resultó tan fácil como la anterior y tuve que pensar mientras él me sostenía la mirada.
_Ya sé..._ Un pelea justo a mi espalda me hizo dejar a medias mi secreto.

Miré a los que se increpaban amenazándose, la pelea llegó a las manos, ella le tiraba de los pocos pelos que aun le quedaban a él en la cabeza, él intentaba apartarla con excesiva violencia, en el movimiento de la lucha cambiaron de posición y pude ver sus rostros, ella era Alma, una conocida, él era Andrés, un amigo al que aparté de mi vida por culpa de una decepción. Ellos eran pareja y aunque nunca antes los había visto pelear de una forma tan agresiva no me extrañó en absoluto la situación, su relación siempre se basó en el daño que eran capaces de hacerse el uno al otro...
_Sigo esperando mi secreto_ Dijo el camarero.
_Lo siento_ Respondí. _Me distrajeron, creí que eran viejos conocidos_
_Lo son. Te has equivocado si piensas que me puedes mentir, he oído tantas historias de borrachos que soy capaz de escuchar el murmullo de culpa que hacen las mentiras en la cabeza de quien las dice._
Me dejó perpleja. _Si hay algo que se me da bien es mentir, lo llevo practicando desde siempre, a veces pienso que es como una afición, muchas veces miento en cuestiones sin importancia solo para observar los rostros de asombro, otras lo hago para superarme a mi misma con historias inverosímiles, a veces lo hago para no reconocer la realidad. ¿Te sirve como secreto? Nunca antes se lo había contado a nadie y lo negaría si me preguntasen._ Le dije.
_Claro que me sirve como secreto, de hecho es el mejor que he escuchado en toda la noche. Aquí tienes tu copa_ Me dijo acercándome el vaso.

Tomé mi trago y dando media vuelta me dirigí hacia Alma y Andrés, el alcohol comenzaba a desinhibirme y había temas pendientes con aquellos dos que ahora peleaban, si no encontraba mis fallos no podría regresar al corazón del laberinto.
Cuando estuve lo suficientemente cerca Alma me vió y paró en seco la pelea, me reconoció con la primera mirada, pude darme cuenta de eso por su expresión de frialdad y odio, luego permaneció muy quieta, sin dejar de mirarme. Le di otro trago a mi copa, sentí que el alcohol iba a ser necesario para enfrentarme a ella. Al llegar lo bastante cerca como para que quedara claro que dirigía mis pasos hacia ellos, Alma comenzó a gritarme.
_¿Aun no has hecho bastante daño?, ¿Qué andas buscando ahora? Déjanos en paz, me irrita tu presencia._ Dijo llena de rencor.
_Yo sólo, veréis, supongo que si estáis aquí es..._ Comencé a decir, pero ella volvió a gritar sin dejarme terminar.
_No quiero saber nada de ti. Aléjate de nosotros zorra_
_Déjala que termine_ Dijo Andrés. _Quizá pueda explicarte._
En esta ocasión toda la rabia de Alma se localizó en Andrés, ahora era a él a quien le gritaba. _No pienso permitir que te pongas de su parte, me oyes, nunca más._

Él bajó la mirada con una expresión de derrota que me partió el corazón. Di media vuelta y regresé sobre mis pasos a la barra donde aun me esperaba el camarero observando el desarrollo de los acontecimientos.
_¿Así de rápido te retiras? ¿Cómo piensas volver al corazón del laberinto de esa manera?_ Me dijo con media sonrisa en los labios.
_Ya he descubierto mi error, no necesito más para saber que me equivoqué al apartarlo de mi vida, la decepción nunca es fruto de quien defrauda, sino de quien espera demasiado, lo perdí por que mi dolor por no alcanzar expectativas superó a sus razones_ Le contesté. _Ese fue mi error_
_mmm... Muy cierto. Y ese brote de sinceridad bien vale lo mismo que un secreto_ Dijo mientras asentía con la cabeza.

Me bebí de un buche mi copa y coloqué el vaso sobre la barra. Como buen camarero lo quitó de allí y pasó luego su trapo por la irisada superficie de la madera barnizada. Sin quitar sus ojos de mi cara sacó un vaso limpio, me sirvió otra copa y me la dio.
_Baila un poco, te hará sentir mejor_ Me dijo después. _Y también así yo no me aburriré tanto, esta noche hay poco trabajo_

Dejé la copa y me dirigí al centro de la sala.
Los tambores comenzaron en mi pecho, como en mitad de mi esternón, empecé a mover mis manos en un movimiento pequeño y ondulante, luego la ondulación fue creciendo con la intensidad de los tambores que ya retumbaban en mis tímpanos y todo mi cuerpo danzaba.
El ritmo me hizo representar una historia, la historia que contaban los tambores, yo era una serpiente, al principio me sentí fuerte y poderosa, luego acabé sintiéndome fría y sola.
Cuando regresé junto al camarero todas las miradas de la taberna estaban clavadas en mi.
_Precioso, me ha encantado_ Dijo _Podrías pasar más por aquí, sería divertido. No creo que te de tiempo a dar con todos tus errores hoy, en cuanto acabe de recoger los ceniceros pondré la última canción. Pero tranquila abrimos todas las noches_ Esto último lo dijo con tono de "poli bueno" mientras me guiñaba un ojo.

Me bebí mi copa mientras limpiaba los ceniceros y luego baile la última canción.
Le conté muchos más secretos y no me vi de cara con otros errores aquella noche, me quedé a esperarlo mientras cerraba la taberna, no me sentía capaz de soportar más verdades y sus ojos, en aquel momento, me interesaban bastante más que salir al gélido exterior para perseguir borrachos y descubrir más errores, a fin de cuentas si no me estaba engañando siempre quedarían noches.

domingo, 30 de noviembre de 2008

Por fin la puerta cedió y el cargado ambiente del interior me abrazó...

No fue hasta ese momento que me di cuenta del estado en que me encontraba, cansada, herida, confusa y con un frío que me comenzaba en el interior de los huesos y se difuminaba por todo mi cuerpo con la intensidad de la nieve.
Sin levantar la vista del suelo busqué un rincón en la barra donde poder recobrar el calor y el aliento.
Antes que pudiera terminar de ubicarme el camarero me ofrecía un vaso con un líquido transparente.
_Al primer trago invita la casa_ Me dijo con una hermosa sonrisa en los labios.
_No gracias, prefiero no beber_ Le dije rehusando su ofrecimiento.
_Te ayudará a entrar en calor, y si prefieres no beber ¿Qué haces aquí?_ Me preguntó.
_Algo me hizo llegar al corazón de Padmavyuha, luego me equivoqué de puerta, el guardián me dijo que debía llegar aquí para poder comenzar de nuevo_
_No deberías hacer caso al viejo cascarrabias. Tomate un trago conmigo, quizás te haga cambiar de opinión_
Miré entonces a mi alrededor, y tal como me había dicho el guardián pude ver las cabizbajas siluetas que se movían sin rumbo por la taberna, al fondo había dos mesas, todos bebían.
Sentí una punzada de dolor provocada por el frio en la espalda y volviéndome hacia el camarero le asentí con la cabeza, el sacó otro vaso de debajo de la barra y muy despacio se sirvió un trago, luego al cogerlo señaló el mio con la otra mano, esperó a que lo cogiera y levantó el vaso mirándome a los ojos.
_Por que encuentres la salida_ dijo.
Y brindamos.
El licor era dulce, pero muy fuerte, bajó hasta mi estómago dejando un rastro de fuego en mi interior, noté como el color regresaba a mis mejillas y una sed enorme se apoderó de mi.
_Muchas gracias._ Le dije al camarero. _Creo que tenías razón, necesitaba un trago._
Apuré mi vaso y le pedí que lo rellenara, según el alcohol nublaba mis sentidos yo me sentía recobrar el calor y la vida.
_¿Qué te debo?._ Le pregunté.
_Un secreto._ Me dijo.
_¿Cómo que un secreto? Me refiero a la copa._ Le dije mientras intentaba recordar si tenía o no dinero.
_En la taberna de los repudiados soy yo quien decide los precios, y esta noche cada una de tus copas vale un secreto._ Lo dijo de forma tan pausada, con tanto convencimiento en sus palabras que lo creí y comencé a buscar un secreto en mis adentros.
_Aun lo quiero, le dije a todos que no era cierto, le dije a él que lo quería bien lejos, para no verlo. Pero me muero porque me abrace, por tener cerca sus besos, porque aparezca y me rescate._ Le dije casi sin tener que esforzarme en pensarlo.
_Quizá sea esa mentira la que te arrastró al laberinto. Si quieres otra copa, ya sabes el precio, estaré por aquí._ Me contestó mientras me guiñaba un ojo y se marchaba al otro extremo de la barra.
Al quedarme sola recordé las indicaciones del guardián. _Si quiero regresar al corazón del laberinto debo conversar con los repudiados, descubrir cuales fueron las decisiones inapropiadas que me llevaron hasta Padmavyuha._ Dije en voz muy baja hablando conmigo misma.
Pero no debí decirlo tan bajo como había pensado porque de entre las sombras salió un hombre con gesto enfadado en dirección a mi. _Ahora necesitas conversar ¿no? Tu tiempo fue otro, no seré yo quien te ayude_ Me gritó enfadado.
Era alto y moreno, tenía una nariz enorme y olía a alcohol, estaba borracho y andaba dando tumbos, sus ojos estaban inyectados en sangre daba la impresión de que era más por la rabia que por su estado. Miré su rostro intentando recordar de quien se trataba, pero no logré encontrarlo entre mis recuerdos.
_Perdona, ¿Te conozco?_ Dije dirigiéndome a él.
_No, últimamente he estado pensando y he llegado a la conclusión de que nunca me conociste, creo que fue sólo un espejismo. Hubo un tiempo en que pensé que me conocías, creí que entendías mis miradas y escuchabas mi latido, creí que me mirabas con el mismo desconcierto con que yo te miraba a ti, pero ahora se que nunca supiste quien era, jamás resulté importante para ti._ Contestó, esta vez en voz muy baja, casi hablando para sí.
Había mucha tristeza en sus palabras, yo seguía sin saber de quien se trataba y eso me hizo sentir mucho peor, me hizo consciente del grado de dolor del que podemos ser responsables sin apenas darnos cuenta.
_¿Así que aun lo quieres?_ Me preguntó.
_Si, más que a nada. ¿También a él lo conoces?_ Contesté.
_No, nunca quise ponerle rostro, pero siempre lo vi brillando en tu mirada_ Y diciendo esto se giró y se alejó lentamente de mi.

viernes, 28 de noviembre de 2008

Danzar es lo único que me siento capaz de hacer ahora que desconozco la salida...

Cuando se nubla la vista, hay un punto en el que la respiración se alarga de forma inconsciente y notas el aire calentándose al introducirse en tus pulmones. Un punto en el que los pies parecen flotar y el movimiento se asemeja a un vaivén ondeante y continuo, a una marea de energía que fluye transformándote en aire que danza entre las ondas que provocan las notas de la música.
Bailar es buscar el movimiento personal que provoca la música siempre dentro de la postura correcta. Escuchar la leyenda del viento y representarla en los ligeros símbolos de los dedos y en el ángulo que se genera entre la muñeca y la inclinación de la curva de la cadera. Bailar es sentir y sentirse, crear y transmitir, un nuevo ciclo de expresión y encuentro.
Me hallo en ese punto en el que la respiración se alarga de forma inconsciente y notas el aire calentándose al introducirse en tus pulmones sin oír la música y sin sentir el baile, el trance se hace ajeno a la danza y cobra poder por sí mismo cuando algo me transmite con igual intensidad a la música. Es la pulsación de la vida en mi interior, el latido rítmico de la danza cósmica de todo que se acelera en mi muñeca y en las sienes. Sin cesar en mi danza y sin pensar en nada me adentro en una de las puertas, solo he avanzado unos pasos cuando la vista regresa a mis sentidos y como en un sueño del que aun no he terminado de despertar doy la vuelta y regreso a la entrada.
Puede que me encuentre perdida en el corazón del laberinto, puede que no encuentre a salida, puede que el interior de Padmavyuha sea todo lo que me queda por ver en esta vida, pero no caeré en el error de caminar en círculos, no repetiré los caminos, no seré yo quien entre en la espiral sin salida...
Arranco entonces una de las perlas que adornan mi túnica y la dejo semioculta en uno de los huecos de la pared del inicio del pasadizo, si esta no es la puerta correcta y me devuelve al centro del laberinto, no volveré a cruzarla.
Y una vez marcado el camino elegido permito descansar a mis ojos y mi visión vuelve a nublarse y continuo bailando en dirección contraria al corazón del laberinto, al compás de los tambores, al compás del latido del universo.
Camino a lo largo de muchos metros en penumbra, tocando a veces en mi danza la fría pared de roca con las puntas de mis dedos, a veces el camino se bifurca y no soy yo quien decide el rumbo, la danza es la que marca el camino, dentro del trance es fácil intuir cual debe ser el siguiente paso, aunque la facilidad en realidad surge del estar perdida de antemano.
El tacto de una mano me intenta arrancar de mi letargo, su tacto es áspero, como si se deshiciese en partículas con el contacto, no puedo recobrar la vista, pero su insistente llamada logra que pare el baile.
_Sequirás avanzando y no encontrarás la salida, escogiste la puerta equivocada y solo encontrando el camino de regreso al corazón del laberinto tendrás una nueva oportunidad para escapar. Yo soy la tierra y estoy encargada de la custodia del noveno pétalo de Padmavyuha, la puerta que te llevará de nuevo al comienzo de todo se encuentra en entre una ilimitada extensión de tierra yerma recién arada, allí esta la taberna de los repudiados, allí van a parar todas las opciones descartadas en las encrucijadas de la vida, los personajes que allí se encuentran, rechazados y dolidos, olvidados en el paso del tiempo lloran su futuro inexistente, lo que pudo ser y les arrebataron sin opciones, en un ambiente oscurecido y bélico las siluetas se mueven lentamente por la sala, a veces se enzarzan en alguna pelea de borrachos, pero cada uno lo hace por una razón distinta, están ciegos y sordos a todo aquello que no viene de ellos mismos.
Si quieres regresar al corazón del laberinto deberás hablar con aquellos que encuentres en la taberna, discernir con los ojos de quien ha estado en el futuro cuales fueron tus errores, las elecciones desacertadas, entender como tus pasos fueron arrastrados hasta Padmavyuha, solo cuando comprendas se abrirá la puerta que te llevará de regreso al comienzo._ Me dijo una voz recia que provenía del dueño de aquella mano que me sujetaba firmemente.

_¿Has entendido?_ Me preguntó con tono malhumorado.

_Creo que si._ Le contesté.


Y en ese momento dejé de sentir su mano y volví a estar sola. Seguí mi camino y unos minutos después el pasadizo se fue abriendo conforme avanzaba por él, hasta que me encontré en un extenso y árido paisaje de tierra recién arada, tal y como me había dicho el guardián de la novena puerta. Caminé muchas horas por los terrones del suelo que se deshacían al pisarlos, estaba cansada, en algún momento la idea de dejarme morir en aquel lugar sin intentar superar la prueba se cruzó por mi mente, pero continué. Fueron muchas las veces que me fallaron las fuerzas, muchas las veces que caí. Mis piernas estaban llenas de arañazos y pequeñas heridas sangrantes, pero no me quedé inmóvil...
Adelante, siempre adelante...
A lo lejos pude intuir la silueta de una edificación, no era muy grande y según me fui acercando me pareció agradable, aunque en aquel momento creo que cualquier lugar me habría parecido acogedor, de su chimenea salía humo y según mis pasos me acercaban allí pude escuchar el murmullo de voces que salían de su interior.
Cuando por fin alcancé la entrada puse mis manos sobre el picaporte y empujé con todas las fuerzas que me quedaban...

jueves, 27 de noviembre de 2008

No puedo decir que no me avisaron...

Las voces sonaban claras y nítidas, pero se mezclaban en el eco de la cripta. Una gota resonaba sobre todas ellas guiando mis pasos, hacia el frente, siempre hacia el frente...

_Padmavyuha tiene forma de flor de loto._ Gritaba la voz del pasado
_No encontrarás la salida._ Me gritaba la voz del futuro.
_En el temblor de tu pulso encontrarás el camino._ Me gritaba la voz del presente.

Mis pies estaban pintados de blanco, aun así una especie de terror se apodero de mi.
La mezcla de voces me hizo concentrarme en el sonido de aquella gota.
Conforme caminaba hacia el frente las paredes se fueron estrechando hasta que quedé en un pasadizo, al fondo había luz, cuando llegué a ella me encontré en una estancia relativamente amplia.

_Esta debe ser la entrada._ Pensé.

La iluminación era tenue, una ondulante luz de antorchas alumbraba la sala. Cuando terminé de enfocar la vista, dentro del trance, noté que el suelo era de madera, la tarima de diferentes colores dibujaban sobre él una estrella de nueve puntas, la compleja distribución de las tonalidades sobre el suelo y la variable luz me crearon una sensación visual de inestabilidad.
Continué avanzando hasta el centro de la estrella, habría podido jurar que al moverse mis desnudos y blancos pies creaban ondas concéntricas en la materia al apoyarse sobre ella en cada paso, sin embargo sentía como el suelo estaba seco a mis pies. Una vez en el centro de las estancia pude ver que cada una de las puntas de la estrella señalaba a un pasadizo.
Nueve puntas, nueve pasadizos, nueve entradas a Padmavyuha, nueve laberintos gemelos, nueve pétalos de una sagrada flor de loto.

Si dirigía mis pasos en dirección contraria a la que había llegado hasta allí, aun podría dar con la salida, pero si me movía en cualquier otra dirección me costaría mucho orientarme de nuevo, todas las puertas eran exactamente iguales, las voces no se podían escuchar ya y el sonido de la gota parecía provenir de todas partes.

Entonces comenzó el sonido de los tambores, retumbaban desde el fondo de los pasadizos y se metieron en mi sangre, se me nubló la vista y regresé al trance.
Comencé a dar vueltas, mis pies tocaban el suelo como volando sin salir del centro de la estrella. Una vuelta, otra, otra... y se van encadenando con la siguiente, creando un espacio de luz a mi alrededor, perder la posibilidad de regresar por donde había llegado deja de tener importancia, solo una vuelta y otra... hasta que te unes a la danza del cosmos y eres solo parte del movimiento rítmico de todo.
Girar, girar...

Los tambores suavizan el ritmo y yo me percato que como un derviche he perdido la noción de tiempo y el espacio, no se cuanto puede haber durado ese último trance, pero tengo calor, debo haber estado girando mucho rato, mis pies están cansados y todo mi cuerpo parece estar sudado, sin embargo no puedo evitar seguir danzando y recorrer los dibujos escondidos en el entramado del suelo con los ojos de mis pies.
Los tambores marcan el ritmo pausado del corazón del desierto y mi cuerpo, mis pies, mis manos y mi mirada celebran bailando la vida dormida que un día germinará al borde del oasis, entre los tallos de las últimas palmeras y el comienzo de la curva cóncava de una duna roja.
Mis pies tocan el suelo, la danza me hace sentir parte de la tierra, de la historia, del ser humano, pero también mis manos se elevan en el gesto sagrado de quien agradece y la luz se hace más intensa a mi alrededor y me hace sentir parte del espíritu y la infinita nada.
Me acerco curiosa en mi danza a cada una de las nueve entradas, intentando escuchar el temblor de mi pulso, sintiendo cada punzada en mi muñeca y siguiendo el ritmo del latido del desierto.
Ninguna puerta me hace sentir algo especial, pero no puedo evitar seguir bailando...

Perdida me hallo en el corazón de Padmavyuha,
danzando en el abismo de sus nueve puertas,
con la atención de los sentidos puesta hacia dentro,
hacia el sagrado lugar interior...

lunes, 24 de noviembre de 2008

Para no desperdiciar el temporal...

...me voy a pintar de blanco las plantas de los pies y voy a salir a pasear bajo la lluvia, para que las gotas resbalen por mi cuello borrando tus besos y esas palabras que no debiste murmurar, para que el agua me limpie los recuerdos que me ensucian el presente y para recordarme que sigo viva y que, curiosidades de la vida, tú estas muerto.
Y cuando me baje de este tren que viene de ninguna parte no voy a despedirme de un cristal, voy a correr por el anden en dirección a la calle, buscando un aire que no este viciado, un aire menos rabioso, un aire que deje gusto de azucar al respirar.
Y cuando sepulte tus manos llegará Noviembre y su tristeza, pero yo estaré bailando en Mayo, besando sapos.
Y cuando regreses buscando cobijo y calma, no estaré aunque me habría encantado.
Me voy a pintar de blanco las plantas de los pies, para andar siempre en las nubes, por encima de la tormenta, donde los truenos no suenan.
Y cuando te muerda Noviembre con sus magnolios y sus hojas secas, cuando inexorable te hiele la sangre con su tristeza, tendrás que buscar calor en otra parte, porque no me quedan ganas de escuchar tu cantinela de lágrimas, silencios y dramas, porque yo ya no puedo hacer más, porque ya no me duele lo que haces, sino esa frialdad infinita que te concede la capacidad de dañar sin tener en cuenta cómo o a quién.
Me voy a pintar de blanco las plantas de los pies para pasar el invierno, para no llevarme tan mal con la nieve, para alejarme de tu agujero...